Mal me place deciros, que mi existencia es etérea, que todo se desvanece y estoy cruzando el umbral de mi último paso. Tal vez seamos materia, tal vez estemos hechos de luz y sombras, puede ser que mantengamos en nuestro interior la velada atmósfera de nuestros alientos, de los alientos de la gente que convive con nosotros o simplemente seamos solo, una quimera efímera y dispuesta a desaparecer, pero lo que si es cierto, es que somos nosotros y nuestras circunstancias. Somos frágiles.
Todo aquello que se cierne en nuestro espacio, es reacio a nuestro devenir, se siente casi perfecto, es una vez más, frágil; se pierde en nuestro silencio, es casi ínfimo, es, somos etéreos.
Hoy después de mucho tiempo, sigo persiguiendo mi Todo-Imborrable, mi Ser, aquello que se extingue a nuestro paso y se hace nada. Mi aliento se funde una vez más con el tuyo y me siento lleno de prisa por llegar y de anhelo por volver a verte. El cielo se cierra tras mis sueños.
Miedos, otra vez llegan. Pasos, los que oigo detrás de mi espalma. ¿Quién es?. Otra vez tú. Descanso, me agoto cada día más, el sol ha vuelto a salir hoy, mañana, tal vez vuelva a verlo. Cierro los ojos. Duermo.
Estoy sentado delante de mis recuerdos, oigo voces de mi niñez. Los olores se confunden con los sonidos, se mezclan con los sabores. Los toco, son míos, son recuerdos de ayer, que se cierran en mi mente. No recuerdo. Me siento morir.
Que no me abandonen los recuerdos, dejarlos vivir en mi, dejarme sentir sus segundos, no me los arrebatéis. Vuelvo a sentirme morir.
¿Qué es una vida sin recuerdos? Nada.