martes, 11 de agosto de 2009

SE FUÉ SIN DECIR NADA


No había cambiado nada, seguía igual, su sutil sonrisa recorría el bello de mi espalda y se escondía entre los pliegues de su vestido. Ese día nublado y frío, en un Londres abarrotado de turistas, me enseñó una vez más como era, tal vez nunca volvería a encontrarla, pero surgió entre la multitud, como un rayo de sol en el tumulto de las voces, su paso era armonioso, lento, discreto, pero seguro, se sentó a mi lado, sin decir nada, como si nos hubiéramos visto el día anterior, me beso y me contó su historia, una historia sin pies ni cabeza, una historia, donde mi nombre se perdía entre las páginas vacías de un libro inexistente.
Al cabo de más de una hora de no parar de hablarme de su vida, se quedó inmóvil, inerte, como si su vida se fuera apagando y no tuviera fuerzas para seguir viviendo. Me cogió de la mano y nos perdimos entre la gente y allí entre la lluvia suave, me dijo adiós, me quede sin decir nada, viendo como se alejaba y se perdía en le horizonte de mi vida.

LO IMBORRABLE

LO IMBORRABLE
Nada hay pequeño