miércoles, 14 de abril de 2010

UN VIAJE SIN FIN

Conducía tranquilo, despacio, casi como un autómata, así era siempre. Esperaba que llegara el frío aliento de la noche, la linea continua de la carretera, cada vez se hacía más monótona, llegaba ser una linea sin fin, sin curvas, sin nada que le recordara, porqué hacía aquel viaje a ese inhóspito lugar, del que hacía mucho tiempo, se había despedido sin más.
Era un otoño gris, sin luz y los colores ocres de los árboles, pasaban desapercibidos entre tanto asfalto de la autopista. Ya empezaba a oscurecer y no quería llegar.
A lo lejos vio unas pequeñas luces y pensó en parar y seguir a la mañana siguiente, aminoró la velocidad, se desvió y aparco su auto. Entro en el pequeño hotel de carretera, que estaba junto a la gasolinera, no había nadie, sólo un hombre de unos sesenta años, que le miraba mientras entraba, le pidió una habitación tranquila, firmo la tarjeta y sin decir nada más, se dirigió hacia la habitación, abrió la puerta y sin desnudarse, se tumbó perdiendo la vista en el techo de la penosa habitación del segundo piso, que daba a la parte trasera del edificio. Era una habitación con un pequeño cuadro de un feo paisaje y enfrente una pequeña televisión. No pensó en nada, su mente se quedo vacía, tal y como le había ocurrido durante el viaje y espero a que le venciera el sueño, pero siempre era el mismo, hacía años que sólo soñaba, con volver a ese lugar, que le trastornaba y que le robaba la vida poco a poco, se negaba a ir, pero ahora, allí estaba, en un cochambroso hotel de carretera y camino de sus sueños, unos sueños felices, que siempre terminaban amargamente.

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LO IMBORRABLE

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Nada hay pequeño