jueves, 24 de junio de 2010

SENDEROS



Se pierde la vista entre la espesa bruma de los rincones olvidados, acallando voces que siguen pidiendo mi presencia, esa que no se puede entregar aunque se desee. Se revuelve entre los vientos de la linea que cruza, lo acertado y lo erróneo, una fina recta, que es fácil cruzar, pero difícil volver a encontrar.
El sendero que lleva al final del camino, envuelto de piedras cubiertas por musgo, del frío viento del norte, protege su verdor, me confunde y hace que mis pisadas se borren, acallando las voces que me entretienen y que salen del fondo del bosque de las almas perdidas.
Se silencian mientras camino. Al parar. Vuelven a repetir su lamento una y otra vez. Es el lamento de la agonía.
Un pequeño arroyo parte la trocha en dos. Es clara y limpia. Me miró en ella y no veo ningún rostro, tal vez lo perdí en el angosto paso por el cruce del sendero con mi esperanza. Continuo. Me detengo. Descanso.
Al final no sé dónde estoy y no me preocupa, me preocupa más saber dónde voy. Me levanto y vuelvo a caminar.

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LO IMBORRABLE

LO IMBORRABLE
Nada hay pequeño